Desarrollo larvario. Las
monarcas completan la mayor parte de su crecimiento durante la fase
larvaria. Esta etapa dura de 9 a 14 días, en temperaturas normales de
verano, durante el cual experimentan cinco estágios larvarios (Figura 6,
Figura
7). A temperaturas típicas de primavera y a finales de verano, este tiempo
puede duplicarse en la parte norte del ámbito de reproducción. Desde que
salen del cascaron hasta que se convierten en pupa, las monarcas aumentan su
masa corporal unas 2.000 veces.
Los huevos y larvas de las monarcas tienen pocas oportunidades de llegar a
la adultez; diversos estudios han documentado tasas de mortalidad de más de
90% durante las fases de huevos y larvas (Borkin, 1982, Zalucki y Kitching,
1982, Oberhauser et al., 2001, Prysby y Oberhauser, 2004). Esta mortalidad
tiene su origen en fuentes bióticas y abióticas. Los factores bióticos que
afectan la sobrevivencia de la monarca incluyen a enemigos naturales como la
depredación, las enfermedades y los parásitos, además de las interacciones
con sus huéspedes, las quiebramuelas. Los factores abióticos incluyen
condiciones ambientales tales como el clima adverso y los pesticidas. Muchas
monarcas en poblaciones naturales mueren a causa de los depredadores
invertebrados que se alimentan de las mismas monarcas o a causa de
parasitóides cuyas larvas se desarrollan dentro de las larvas de las
monarcas, matándolas finalmente. Las enfermedades causadas por bacterias,
virus, hongos y otros organismos también son importantes fuentes de la
mortalidad de las monarcas.
Prysby (2004) documentó los impactos generales causados por los enemigos
naturales de las monarcas en su sobrevivencia. Al limitar el acceso de los
depredadores a los huevos y las larvas a través de cercos localizados
alrededor de las quiebramuelas que crecen en forma natural, ella demostró
que los depredadores terrestres y aéreos representan importantes fuentes de
mortalidad (Figura 8). Además, descubrió que los huevos de las monarcas
tenían menos probabilidad de sobrevivir en plantas donde se había observado
hormigas, sugiriendo que las hormigas son importantes depredadores. Esta
conclusión se sustenta con el trabajo realizado en Texas por Calvert (1996,
2004), quien descubrió que las monarcas que permanecían dentro de los cercos
tenían mucho más oportunidades de sobrevivir que aquellas que se encontraban
dentro de las estructuras. Calvert descubrió que las hormigas de fuego
invasivas actualmente matan a la mayoría de huevos y larvas de las monarcas
existentes en muchas áreas de Texas, pero considera que la mortalidad
registrada antes de las hormigas de fuego ha sido igualmente elevada, ya que
estas hormigas invasivas desplazaron a las hormigas nativas que también
depredaban a las monarcas. Además de los depredadores, los parasitoides de
los insectos también son importantes fuentes de mortalidad de las monarcas
en algunas áreas. Prybsy (2004) y el Proyecto de Monitoreo de Larvas de
Monarcas documentaron tasas de mortalidad de 10% a 90% en monarcas en su
última etapa debido a los parasitoides de las moscas de la familia
Tachinidae, pero estas tasas varían de acuerdo con el lugar y el año.
Los huevos de la monarca no salen del cascarón en condiciones muy secas
(Dunlap et al., 2000), y el clima seco puede matar a las quiebramuelas. Los
climas muy calientes también causan mortalidad; diversos estudios han
demostrado que las temperaturas sobre unos 35oC pueden ser letales en todas
las fases (Zalucki, 1982, Malcolm et al., 1987, York y Oberhauser, 2003).
Asimismo, los períodos largos en los que las temperaturas están bajo cero
pueden matar a las monarcas, aunque esto ha sido mejor estudiado en adultos
que sobrevivieron al inverno (Anderson y Brower, 1993, 1996; Brower et al.,
2004). Las amenazas causadas por temperaturas extremadamente calientes o
frías se magnifican durante la estación reproductiva, ya que las monarcas se
ven indirectamente afectadas por las condiciones que afectan la salud y la
sobrevivencia de las quiebramuelas. Las temperaturas congelantes y las
condiciones extremadamente secas son especialmente dañinas para las
quiebramuelas y, por lo tanto, para las monarcas.
Pupas. Durante a fase de pupa, se completa la transformación hacia la fase
adulta en un proceso que dura de 9 a 15 días en temperaturas normales de
verano. Desafortunadamente poco se ha estudiado sobre la ecología de las
pupas de la monarca (o de cualquier otro lepidóptero), por lo menos
parcialmente, debido a que es extremadamente difícil encontrar sus pupas en
la naturaleza. Su coloración verde proporciona una efectivo camuflaje en un
mundo de color verde y al parecer buscan lugares abrigados para experimentar
esta transformación. Aún queda por investigar importantes temas sobre la
forma en que las larvas escogen los lugares para las pupas, la distancia que
recorren en busca de estos lugares, las características más importantes de
su hábitat para promover la sobrevivencia de las pupas y el índice de
mortalidad originado por diferentes fuentes durante esta fase.
Adultos (Figura 9). Los adultos que no migran viven de dos a cinco semanas,
mientras que aquellos que migran viven hasta por nueve meses. Esta
diferencia se debe al hecho de que las monarcas que sobreviven al invierno
no son reproductivas y por lo tanto pueden canalizar más energía para la sobrevivencia. Además, las condiciones frías de los lugares de hibernación
desaceleran su metabolismo.
Las monarcas de la generación que surge en verano se aparean por primera vez
cuando tienen entre 3 y 8 días de edad (Figura 10) (Oberhauser y Hampton,
1995), y las hembras comienzan a poner huevos inmediatamente después del
primer apareamiento. Las monarcas que sobreviven al invierno no ponen huevos
hasta la primavera (aunque pueden aparearse antes de este período). Ambos
sexos pueden aparearse varias veces a lo largo de sus vidas (por ejemplo,
Oberhauser, 1989), y la capacidad de los machos para forzar a hembras no
dispuestas a copular los hace únicos entre los Lepidopteros (Oberhauser,
1989; Van Hook, 1993; Frey et al., 1998). Cuando las hembras copulan con más
de un macho, es generalmente el último macho el que fertiliza sus huevos (Solensky,
2003, observación personal de Oberhauser).
Debido a que existe un retraso entre el surgimiento de la adultez y el
momento del desove, y debido también a que las monarcas se reproducen
durante un período relativamente largo, maximizar el éxito reproductivo
también requiere poder ser capaz de sobrevivir a los depredadores, las
condiciones ambientales extremas y otras fuentes de mortalidad. La
sobrevivencia de los adultos durante la estación de la reproducción es otra
área poco estudiada de la biología de las monarcas, a pesar de su
importancia para la ecología de las mismas. El total entendimiento de la
ecología de las mariposas adultas durante la fase de la reproducción
requiere una medición de los efectos de la disponibilidad y calidad del
néctar, las distancias que las hembras vuelan para encontrar las
quiebramuelas huésped, el grado de permanencia o cambio de un área a otra
durante la reproducción y los efectos de las condiciones abióticas en la a
sobrevivencia de los adultos (Oberhauser, 2004).
Mortalidad inducida por el ser humano durante la época de reproducción. Como
ocurre con muchas otras especies, la fuente más importante de mortalidad de
la monarca provocada por los seres humanos es la pérdida de hábitat,
especialmente la destrucción de las fuentes de quiebramuelas y del néctar.
La quiebramuela es considerada una hierba nociva en algunas localidades, y
frecuentemente se la destruye. Además, los herbicidas utilizados para matar
a las plantas en los campos agrícolas, en los márgenes de las pistas y en
los jardines pueden dañar las fuentes de quiebramuelas y de néctar, y
también pueden matar directamente a las monarcas. Este hecho se ha vuelto
probablemente mucho más importante en los campos agrícolas con la
generalizada adopción de cultivos tolerantes a los herbicidas. En un estudio
realizado en el verano de 2000, Oberhauser et al. (2001) encontraron que la
mayoría de las monarcas se originaban probablemente en hábitats agrícolas.
Sin embargo, desde ese estudio, la mayoría de la soya cultivada al norte de
la región centro-oeste de los Estados Unidos y que es la fuente de la
mayoría de las monarcas que sobreviven al inverno (Wassenar y Hobson, 1998),
tolera los herbicidas. El creciente uso de herbicidas, impulsado por la
tolerancia de los cultivos a estas substancias, significa que existe mucho
menos quiebramuelas que antes en los campos (Oberhauser no publicado). Las
monarcas también pueden estar expuestas a insecticidas utilizados para
controlar las plagas de insectos en campos de cultivo, bosques y jardines.
Muchas personas se preocupan de que los insecticidas utilizados para
combatir las enfermedades transmitidas por mosquitos, como por ejemplo el
Virus del Nilo Occidental, mate a las monarcas y a otros insectos
beneficiosos.
Los riesgos que corren las monarcas al consumir maíz genéticamente
modificado que contiene la toxina Bt (Bacillus thuringiensis) han recibido
mucha atención (Losey et al., 1999; Jesse y Obrycki, 2000; Oberhauser et al,
2001; Sears et al., 2001; Brower, 2001). El maíz Bt produce una proteína
tóxica para las larvas de lepidópteros que es eficaz contra los gusanos
taladro europeos, los cuales son importantes plagas agrícolas. No obstante,
el polen esparcido por el viento producido por el maíz Bt también contiene
la toxina. La toxicidad del polen producida por diferentes variedades de
maíz varía en forma significativa, y actualmente las variedades que se
encuentran en el mercado poseen menores niveles de toxina que algunas de las
antiguas variedades (Hellmich et al., 2001; Sears et al., 2001). La mayoría
de investigadores que evalúan los riesgos de esta tecnología separó el polen
del maíz de otros materiales que la planta expulsa (particularmente las
anteras que llevan el polen) (Hellmich et al., 2001; Sears et al., 2001),
pero, Jesse y Obrycki (2004) encontraron una consistente tendencia a un
menor nivel de sobrevivencia en campos de Bt que en campos de maíz sin Bt
cuando se expuso las larvas al polen del maíz Bt y las anteras naturalmente
depositadas en las quiebramuelas dentro de un campo de maíz. Este hallazgo
sugiere que se debe revisar la conclusión generalizada que establece que el
maíz Bt no representa riesgos para las monarcas (Sears et al., 2001).
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